No sabes cuanto la echo de menos
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¿ A quien ?
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A la que me acompañaba a la hora del recreo
jugando al fútbol
corriendo
pendientes del silbato
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¿ Una amiga ?
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Tal vez, si; por que no.
Estaba siempre conmigo, ¿ Sabes ?
En las tardes de otoño comiendo el bocadillo en la plaza
en los partidos de fútbol de los soportales
en el toque de queda de las 11
incluso en los madrugones para la catequesis
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No te entiendo
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Lo se, yo muchas veces tampoco me entiendo
Se supone que pasas la infancia queriendo ser mayor
queriendo ser libre
pensando que antes estabas aburrido, sumido en la rutina
y rodeado de gente que llegaba a agobiar
Y ahora…
Ahora creo que pagaría lo que fuera por volver a eso
a las chucherías de los domingos
al sol de julio en la piscina
a llegar al pueblo y ver que está toda mi familia
y no todos desperdigados
como si ya nadie echara de menos jugar al fútbol en la plaza
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Creo que te voy entendiendo. Hablas de la infancia ¿ Verdad ?
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No.
Creo que hablo de añorar la infancia
más bien de las imágenes, ruidos, olores y sensaciones de la infancia.
Mataría por un bocadillo de chorizo de mi abuela
o de la ilegal nocilla
Dios…
Como echo de menos todo aquello
Qué triste me pongo al ver ahora la plaza los domingos por la tarde
sin niños
sin balón
sin bocadillos de chorizo
Sin mi.
Creo que una parte importante de mi se ha quedado en mi infancia. Una parte que ahora echo de menos, que añoro y que en muchas ocasiones necesito. No es que no me guste hacerme mayor sino que no me gusta perder las cosas que una vez me hicieron sonreír de pequeño y que ahora no puedo tener.
Y eso es lo más frustrante
El olvidar vivir con la única preocupación de qué será el relleno del bocadillo.
Añoro todo eso.